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miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA BATALLA CONTRA LOS FRANCESES EN MASPALOMAS, EN 1685. (2ª Parte)

PABLO GUEDES GONZÁLEZ.

La Casa – Fuerte de Santa Cruz del Romeral.

Los barcos pesqueros que realizaban la pesquería africana (normalmente una media entre 25 y 30 durante varios siglos) tenían forzosamente que pasar por la zona de Castillo del Romeral a cargar la sal para posteriormente dirigirse a las zonas de pesca en África, y volver a pasar por el sur de Gran Canaria en su viaje de regreso. También los barcos que se disponían a atravesar el Atlántico con destino a América pasaban por aquí.

Además, las costas de la zona sur de las islas, a sotavento, se encontraban protegidas de los vientos dominantes la mayoría del año, los alisios, de dirección norte o noreste, sobre todo en verano. En Gran Canaria esta costa era conocida con el nombre de “Las Calmas de Maspalomas”, costa comprendida desde Castillo del Romeral, hasta La Aldea. Siempre que sopla el viento alisio, en algún punto de esta zona se encuentra el corte del viento. Los habitantes de Castillo conocen bien la intensidad de los temporales, cuando a unos cientos de metros más al sur se encuentran las calmas, conocidas también con el nombre de "embate", zonas ideales para guarecerse del viento en caso de necesidad.

Era por esto, por lo que piratas y corsarios merodeaban por "Las Calmas" en busca de presas con objeto de robar mercancías, hombres para convertirlos en esclavos y naves, que muchas veces incendiaban y hundían. Además de lo anterior, desembarcaban en la costa, muchas veces desierta, causando el pánico entre la escasa población, para realizar aguadas y pillajes. La charca de Maspalomas y Pozo del Lentisco, (Tarajalillo), eran lugares apetecibles para ello al contar con afluentes de agua y ser zonas de fácil desembarco.
Castillo de San José en Lanzarote, similar
 a la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral

Los salineros de las Salinas de Abajo, (al sur de Juncalillo del Sur) construidas en el siglo XVI, solían quedarse a dormir en la cueva de los salineros, (visible hoy día desde la autopista en la zona de montaña más cercana a las salinas), previendo el ser capturados por piratas.

Por todo lo anterior, con el fin de proteger las salinas, se comienza a construir en 1681, la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral. En 1703, toma posesión el primer alcaide y aparte de los salineros, esclavos y dotación del Castillo, “… a un tiro de mosquete se hallan hasta treinta personas (La Caleta), y a un cuarto de legua Juan Grande, con cuarenta personas de asistencia (…) de dicho paraxe…” lo que nos da información de la escasa población de aquellos tiempos.

Domingo Déniz Grek describe en el siglo XIX, el castillo y los habitantes: “… a seis leguas y media de la ciudad de Las Palmas se deja ver un monumento en prueba de lo que sufrió esta Isla en el siglo XVII, al mismo paso que acredita en cuan alto grado ha dominado siempre el valor marcial a sus habitantes…”. La fortaleza tuvo mejoras durante el siglo XVIII y prosigue Déniz “…que tras las remodelaciones llegarían a poder alojarse hasta los trescientos o cuatrocientos hombres. Los servicios prestados por el castillo fueron muy importantes en cuanto a la defensa de la Isla, de la industria salinera y de los buques de cabotaje y pesca que, perseguidos por los corsarios, se iban a refugiar bajo su potente artillería.”

La construcción, el mantenimiento y la dotación del Castillo, que fundamentalmente estaba constituida por los salineros, fue realizada y costeada de forma privada por Antonio Lorenzo Betancor, dueño de las salinas de la zona. Lorenzo fue abuelo del coronel Antonio de la Rocha y nieto del capitán Antonio Lorenzo, negociador con Van der Does junto con Cairasco de Figueroa, en la invasión de los holandeses a la ciudad de Las Palmas en el verano de 1599.

De la capacidad de la Casa Fuerte, nos da cuenta en 1779, el capitán Miguel Hermosilla, enviado a Gran Canaria, como ingeniero militar con la misión de realizar un informe sobre las defensas militares y hablando de la preparación, y condiciones del castillo afirma: “…siendo la única fortaleza que está en disposición de hacer una defensa honrosa en la Isla”.


A principios del siglo XIX, se encontraba al mando de la Casa Fuerte como condestable, Blas Antonio Guedes Gordillo, además de mayordomo de las salinas. Este hombre fue el ascendiente de los Guedes de Castillo del Romeral y Juan Grande. 

Blas Guedes estuvo al servicio de los dos últimos alcaides de la Casa fuerte que fueron el coronel José Antonio de la Rocha Alfaro, y su hijo el teniente coronel Cayetano Agustín de la Rocha Lorenzo de Bethencourt y Carvajal.

Restos existentes en la actualidad de la Casa Fuerte

Jose Antonio de la Rocha, interviene en la Guerra contra Francia al mando de la Granadera Canaria y fallece en la guerra contra los ingleses en 1800 en un combate contra cinco navíos ingleses, cuando regresaba de Cádiz a Canarias. El último alcaide, Agustín de la Rocha, toma posesión en 1803 y participa, como ya lo habían hecho sus antepasados en la guerra correspondiente,  la  de la independencia contra Napoleón en 1809. Aunque no tenemos la certeza de que sea así, es muy seguro que Blas Guedes participara con sus señores, los dos últimos alcaides, en las guerras en las que intervinieron.

Restos existentes en la actualidad de la Casa Fuerte
Sobre 1800 había un joven salinero en las salinas del Castillo, llamado Francisco Tomás Morales, que seguramente estaba emparentado con Blas Guedes, pues sus padres se llamaban Francisco Morales Guedes y Mariana Alfonso Guedes. Este joven que era analfabeto, recibió entrenamiento militar durante su estancia en la Casa Fuerte y de seguro participó en algún combate. Esto lo creemos así porque en 1801 se traslada a Venezuela donde se establece como comerciante, aprende a leer y a escribir, e ingresa en la milicia, donde realiza una carrera fulgurante, pasando de soldado a capitán general de Venezuela en 20 años, a consecuencia de la guerra de independencia que se desarrolla contra el general Bolívar. En 1823 Venezuela consigue la independencia y Morales regresa a Canarias donde es nombrado Capitán General.

A mediados de siglo XIX, la casa fuerte deja de cumplir las funciones que tenía encomendadas al desaparecer la piratería y se utiliza como almacén de las salinas, hasta los años 60 del siglo XX. En la actualidad solo quedan los restos de dos habitaciones con tejado a dos aguas, que se encuentran incluidas en casas particulares.

El Ataque de 1685.

Después de todo lo explicado creemos que los hechos pudieron haber sucedido de una forma parecida a la que vamos a relatar.

Es muy probable que el navío o navíos franceses hubieran sido avistados desde alguna de las atalayas o se tuvieron noticias del desembarco en Maspalomas para hacer aguada.

En Agüimes creemos que la Atalaya estaba situada en las montañas cercanas a la villa, lugar donde encendieron la hoguera para comunicar la presencia de enemigos a las demás compañías de la isla y a los vecinos del pueblo. En la iglesia las campanas doblaron a rebato y los milicianos se dispusieron a abandonar sus labores, animales y casas para ponerse a las órdenes del capitán Diego Romero, como otras tantas veces, muchas de las cuales eran falsas alarmas, según nos cuentan las crónicas.

En esta ocasión no era una falsa alarma, como por desgracia no lo había sido en épocas anteriores.

Así en 1595 Francis Draque y John Hawkins, corsarios ingleses, atacan Las Palmas de Gran Canaria con 28 navíos y galeones y 2.500 hombres desde donde son rechazados y se dirigen al sur hasta llegar a Arguineguin, “donde desembarcan 20 alabarderos, a fin de hacer alguna aguada de que tenían necesidad. Al punto que los vieron ganaderos del contorno, corren a embestirles armados de piedras y garrotes, matan algunos, rinden dos prisioneros y los demás huyen precipitadamente a sus lanchas, juzgando que toda la isla se les echaba encima”. (Rumeu de Armas, A: Canarias y el Atlántico Piratería y ataques navales. T. II, 2ª p. 673-743). Algunos autores apuntan a que el desembarco fue en Arinaga y no Arguineguin.

Francis Draque, uno de los corsarios mas famosos de la historia.
De la misma manera el corsario holandés Van Der Does, con 73 navíos y 12.000 hombres ataca e invade la ciudad de Las Palmas en 1599 pidiendo un rescate por la misma. Al no obtener lo pedido incendia la misma y se dirige al sur:

“…aviendo salido esta armada deste puerto de Canaria, jueves ocho de julio, otro día viernes amaneció en el puerto de Maspaloma, que son las calmas de la isla y allí estuvieron hasta otro día sábado, saltó alguna gente en tierra con algunos muertos que enterraron, poniendo piedras grandes en señal de sepultura cerca de la playa, y dieron vela y después se a sabido que miércoles, catorce del mes de julio entro en la isla de la Gomera…” (Una relación del ataque de Van der Doez. Pág. 106. Revista El Museo Canario 33 y 34)

Por último, hacemos referencia al campamento inglés de Maspalomas, de 1797, en cuyo artículo del mismo nombre de Felipe Enrique Martín Santiago, publicado en este blog, se da cuenta de un desembarco enemigo en Maspalomas, en plena guerra, esta vez con Inglaterra, y de los distintos ataques ingleses que durante ese año de 1797 se desarrollan en el sur de Gran Canaria.

Despues de mostrar estos ejemplos volvemos a nuestro ataque de 1686. Creemos que una vez reunida la compañía de Agüimes tras el rebato, esta se dirigió a la costa, donde realizó el seguimiento de las naves, o se dirigió directamente a Maspalomas si allí ya se encontraba el enemigo. Por esas fechas la Casa Fuerte del Romeral, se estaba comenzando a construir y los milicianos debieron pasar junto a sus muros y las salinas en persecución del enemigo.

No conocemos el desenlace del combate, pero creemos que no fue muy favorable a los intereses canarios, por el número de bajas y porque no nos han llegado noticias de la batalla. Creemos que si hubiera sido a favor de los agüimenses se hubieran destacado los hechos y hubieran tenido más repercusión, como los dos primeros ejemplos que hemos citado anteriormente que sí han pasado a la historia.

Por otro lado damos a conocer otro importante dato que creemos relacionado con ataques piratas. Hemos relatado como se entierran en Maspalomas los cuerpos de los milicianos muertos para posteriormente ser llevados a Agüimes, mientras que los muertos holandeses, considerados herejes, son enterrados en la Playa de Maspalomas.

En una zona de las Salinas del Romeral, que antiguamente era el punto de las salinas mas alejado de la Casa Fuerte, se encuentra el llamado "Balache de los Muertos", donde han aparecido muchos restos humanos. En este balache, (pequeña montaña de tierra donde se depositan desechos de las salinas) los antiguos habitantes de Castillo del Romeral decían que se enterraban los recién nacidos que fallecían sin estar bautizados.

Normalmente, los cadáveres de los fallecidos en el pueblo eran llevados con muchos esfuerzos, para ser enterrados en Agüimes, en una caja comunitaria y utilizada en todos los entierros, que se encontraba depositada en el Oratorio de la Casa Fuerte.
Calavera con agujero de proyectil encontrada en el "Balache de los Muertos"

Adjuntamos foto de restos humanos encontrados en la zona comentada, concretamente una calavera en la que se observa un orificio que creemos de entrada de un proyectil en el frontal.

Nuestra hipótesis es que estos restos humanos corresponden a algún pirata o enemigo, muerto en combate contra la Casa Fuerte que fue arrojado al mar y enterrado en ese lugar por ser la costumbre, al ser considerado hereje y no poder ser enterrado en el cementerio de Agüimes.

Es posible que en el futuro aparezca nueva documentación o descubrimientos que nos aporten más luz sobre el episodio de 1685, así como de los restos del Balache de los Muertos, como de otros combates que se sucedieron en el sur de Gran Canaria,  que nos reflejan la vida y sufrimiento que pasaron nuestros antepasados defendiendo sus vidas y haciendas. Reflejo de lo que nos hemos podido hacer una ligera idea con los datos y documentación aportados en este artículo.

BIBLIOGRAFÍA.

ALFARO HARDISSON, Emilio: Las Milicias de Tenerife en el siglo XVI. En (4ª. 2000 . La Laguna) Universidad de La Laguna. Cátedra Cultural "General Gutiérrez". Pág. 95.

BETHENCOURT MASSIEU, Antonio: La Revista del Regimiento de Telde de 1757. Revista Vegueta nº 4. 1999. Pág. 173.

BETHENCOURT MASSIEU, Antonio de: “Defensa militar de Gran Canaria”. Anuario de Estudios Atlánticos nº 43. 1997. pág. 106

Una relación del ataque de Van der Doez. Pág. 106. Revista El Museo Canario nº XXXIII-XXXIV. 1972-73.

GONZALEZ RODRÍGUEZ, Angel V.: “Mapa y estado de Gran Canaria del marqués de Tabalosos (1770-1776). En Anuario de Estudios Atlánticos nº 41. 1995. pág. 569-575.


GUIMERÁ RAVINA, Agustín y BLANCO NUÑEZ, Jose María (coords.) - Guerra naval en la Revolución y el Imperio: Bloqueos y operaciones anfibias, 1793-1815 . - Marcial Pons Historia, Madrid - 2008 - 443pp.

HERMOSILLA, Miguel: Descripción topográfica, política y militar de la isla de Gran Canaria. 1785. Copia de D. Agustin Millares. 1877. Archivo del Museo canario. Pág. 43.

MARTIN SANTIAGO, Felipe Enrique: El campamento inglés de Maspalomas, de 1797

MÉNDEZ CASTRO, Juan, «Franceses en Maspalomas en 1685», Boletín Millares Carlo (UNED, Centro Asociado de Las Palmas), 4, (1981), pp. 379-384

MORALES PADRÓN, en MILLARES TORRES: Historia general de las Islas Canarias. 1977 Pág. 304. y MORALES PADRÓN, Francisco: “El último capitán general de Venezuela: el canario Francisco Tomás Morales”. III Coloquio Canarias-América. LPGC, 1978. Pág. 87-94 y “Documentos sobre Francisco Tomás Morales Afonso”, Sevilla 1978. Dossier de documentación variada sobre este tema en el Museo Canario.

RUMEU DE ARMAS, A: Canarias y el Atlántico Piratería y ataques navales. Edición facsimil. Gob Canarias y Cabildo GC. 1991.

“Sumaria historia orgánica de las Milicias canarias”. El museo Canario. (1951- 1953). Pág. 141.

TARAJANO PÉREZ , Francisco: La bandera de Agüimes.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

LA BATALLA CONTRA LOS FRANCESES EN MASPALOMAS, EN 1685. (1ª Parte)

Iglesia antigua de Agüimes donde fueron enterrados los milicianos, en el momento de contrucción de la nueva entre 1890 y 1900. Archivo FEDAC.

PABLO GUEDES GONZÁLEZ.

Por este nombre nos describen los escribanos de la villa de Agüimes  un hecho de armas desarrollado en Maspalomas en el que murieron cinco milicianos de la comarca. Lo único que conocemos y que ha quedado para la historia sobre estos hechos es la constatación de la defunción de los fallecidos en el Archivo Parroquial de Agüimes, hecho que fue sacado a la luz en 1981 por Juan Mendez Castro en un artículo titulado Franceses en Maspalomas en 1685”

En el enfrentamiento mueren el capitán Diego Romero, el alférez Sebastián Bordón de Sotomayor y los 5 milicianos: Francisco de León, Francisco Artiles Melián, Juan Pérez Macias, Juan Rodríguez Peña y Juan de Artiles.

En la partida de defunción del capitán, con el mismo texto para los demás fallecidos, figura:

Recreación de la Batalla de Tamasite en Tuineje ( Fuerteventura,)
 contra los ingleses en 1740. Foto: bienmesabe.org
“En veintiuno de septiembre de mil seiscientos ochenta y cinco, falleció el susodicho capitán don Diego Romero, vecino de esta Villa, Ab intestato. Enterrose en el pago de Maspalomas por haber muerto riñendo con los franceses y no poderle traer a la parroquia”. (Archivo parroquial de Agüimes, libro 1º de Colecturías, folios 197 recto y siguientes.)

Un año después, el 9 de septiembre de 1686, los restos de los muertos, transcurrido el tiempo de putrefacción, son trasladados a Agüimes, para ser sepultados en la parroquia en un acto con bastante pompa.

“En nueve días del mes de septiembre de este año de mil seiscientos y ochenta y seis, trajeron de Maspalomas los cuerpos del capitán D Diego Romero, alférez Sebastián Bordón, Francisco de León, Juan Pérez Macías, Francisco de Artiles, Juan Rodríguez Peña y Juan de Artiles, los cuales estaban enterrados en el pago de Maspalomas (…) y se enterraron en esta parroquia todos en una sepultura de la iglesia, la cual se les dio de gracia...” (Archivo parroquial de Agüimes, libro 1º de Colecturías, folios 211 recto y siguientes.)

Los hechos son catalogados en la época como batalla e incluso como guerra. Así tenemos un protocolo del escribano Lucas Betancourt, el 17 de octubre de 1685 expresando que las autoridades ordenan hacer el inventario de los bienes de los fallecidos “en la guerra que hubo en Maspalomas con los franceses” (AHPLP, Legajo 2504, folios 466 y sigs.) y otro protocolo del mismo escribano indicando que el capitán don Diego Romero “había muerto en batalla que tuvo con los franceses en Maspalomas” (AHPLP, Legajo 2505, folios 548 y sigs.)

Hasta aquí lo poco que conocemos del ataque. Seguidamente aportaremos información de como era en aquellos tiempos la defensa del sur de la isla y de otras acciones  de armas que nos van a ayudar a hacernos una idea de como se debieron desarrollar los hechos de 1685.

Los Rebatos o Alarmas.

Desde la época aborigen se establecieron atalayas de vigilancia en lugares altos de la isla para dar la señal de rebato en caso de divisar naves enemigas y en su caso huir al interior de la isla o preparar la defensa. Ya hemos comentado en varios artículos la función de Montaña de Las Tabaibas, como atalaya de vigilancia además de montaña sagrada, (AMURGA, EL SANTUARIO PERDIDO V. LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS DE MONTAÑA DE LAS TABAIBAS.)

Después de la conquista, continuaron estas atalayas de vigilancia y se establecieron otras. Todos los habitantes conocían lo que debían hacer cuando había una alarma, hecho  muy frecuente, debido a la constante presencia de piratas y corsarios y por las continuas guerras contra Francia, Inglaterra, Holanda o contra los berberiscos.

Un ejemplo de protocolo en caso de alarma lo tenemos en 1805, cuando se dictaron normas de un plan de defensa y actuación que debió de haberse hecho de forma parecida en las épocas anteriores:

“...la atalaya de La Isleta al divisar formaciones al menos de cuatro buques grandes lo señalarán al Castillo de La Luz y este mediante bandera al de Santa Ana, que disparará un cañonazo. Inmediatamente la plataforma disparará otros dos sin bala y el Castillo del Rey o San Francisco disparará tres, de ellos dos hacia el interior. Los milicianos acudirán a las armas. El humo de la atalaya implicará que todas las del resto de la Isla mediante el mismo método anuncien el peligro. Al primer disparo las campanas de las Iglesias tañeran a rebato para alertar al vecindario. En caso de segunda alarma, confirmatoria, el vecindario inútil para la defensa se retirará al campo y si es de noche dejarán encendido el farol de sus casas. Los milicianos acudirán a los puntos señalados por sus jefes y el paisanaje a las playas ya citadas. El paisanaje debe acudir con sus garrotes, rozaderas y armas, así como azadas, palas y picos”. (Antonio Bethencourt Massieu: Defensa militar de Gran Canaria)

Como medida de precaución, las villas y poblados antiguamente se asentaban en lugares no visibles o retirados de la costa. Tales son los casos de Tunte, Santa Lucía, Agüimes.

Las Atalayas

Algunas de las antiguas atalayas son hoy día conocidas, porque han dejado el nombre en la toponimia del lugar. Tal es el caso de La Atalaya de Santa Brígida y La Atalaya de Guía. 

Las atalayas del sur de la isla, estaban a cargo de las compañías de la población  cercana donde se situaban y eran tres, una en el Puerto de Melenara, otra en Agüimes, a una legua del mar y la última en Tirajana, demarcación de la 8ª Compañía, desde la cual se divisaba toda la costa del sur, desde la Playa y Puerto de Gando, hasta el Charco y Puerto de Maspalomas. (Miguel Hermosilla: Ob. Cit. Pág. 43.)

El servicio de guardas y atalayeros se realizaba por los milicianos en estos puntos elevados, donde estaba prohibido coger leña, pues esta era destinada a las hogueras, que debían hacerse para avisar a la población, cuando había rebato con señales de humo convenidas cuando descubrían velas extrañas. Como ya hemos comentado, la alarma, cuando se veía la señal de humo, se extendía por la población al sonido de tambores, caracolas o campanas. Las mujeres ancianos y niños, salían en desbandada, temerosos hacía las montañas del interior. Todos los hombres útiles se dirigían al lugar de reunión para combatir.

El Regimiento de Telde.

La defensa del sur de la isla desde Jinamar hasta Veneguera, estaba encomendada a este Regimiento que junto con los de  Guia y Las Palmas defendían Gran Canaria. El regimiento lo componían un número de compañías que según las épocas iban desde 9 hasta 14, siendo las del sur las compañías de Agüimes y Tirajana, normalmente la 7ª y la 8ª.

Las compañías estaban constituidas por todos los hombres que pudieran portar un arma a partir de 16 años, que tenían que llevar su propio armamento, ya que la corona no los pertrechaba, y este consistía en picas, palos, piedras y hondas.

Según Francisco Tarajano, “…en 1776, el capitán del Regimiento de Telde, D. Sancho Figueroa, al hacer la distribución territorial de las milicias, afirmaba que la quinta y sexta compañías correspondían a Agüimes, con los anexos de Ingenio, Sardina, Aldea Blanca, Juan Grande, Arguineguín y Maspalomas”. (La bandera de Agüimes ). A esta compañía, era a la que pertenecían los milicianos muertos, pues son enterrados en la villa de Agüimes.

En otras épocas, por intereses políticos se cambió la distribución y mandos de la compañía,  cambio que duró poco tiempo puesto que según Francisco Tarajano  Pérez “los antiguos agüimenses consideraron que sus costas se extendían desde Gando al Castillo del Romeral”, y a su vez los antiguos habitantes de Castillo del Romeral también se consideraban de Agüimes, pues era la villa más cercana y sus vecinos recibían el bautismo, se casaban y eran enterrados en Agüimes.

Milicianos de Canarias.
 Así, en 1770 se agrupó la 7ª compañía en los territorios del condado, de Aldea Blanca y Juan Grande, escasos de población a los que se les añaden Sardina (sin nombrarla) y Santa Lucía con su entorno dejando fuera a la villa de Agüimes. Según Angel González (Mapa y estado de Gran Canaria del marqués de Tabalosos (1770-1776)) en la configuración de esta  hubo influencias políticas claras, pues el capitán Sancho de Figueroa, oficial encargado de establecer las divisiones,  estaba emparentado con las familias Rocha (dueños de las salinas y la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral) y Castillo (dueños de las salinas de Abajo y de las tierras del condado) para conseguir formar un distrito con estos territorios.

El marqués de Tabalosos, comandante general de las islas, permanecerá dos de los seis días que emplea en visitar por primera vez el Regimiento de Telde, en Septiembre de 1775, en el Castillo de las Salinas del Romeral y en la Casa Condal de Juan Grande como huésped de Antonio Lorenzo de La Rocha y de Fernando Bruno del Castillo, (este último obtendría, dos años más tarde, el título de Conde de la Vega Grande).

A lo largo de todo el siglo XVIII, el coronel al mando del Regimiento siempre lo ostentará el cabeza de la familia más poderosa, en este caso el Conde de la Vega Grande, y cuando este ocupe una posición militar superior, en este caso gobernador de Gran Canaria, será ocupado por el miembro destacado de la familia Rocha. Así Antonio de la Rocha como su padre y su hijo, fueron coroneles del regimiento y Fernando Bruno fue primero coronel y después  gobernador  de las armas de Gran Canaria.

Restos humanos hallados en el "Balache de los Muertos", al sur de Castillo del Romeral.

Los oficiales y mandos del regimiento, que debían dirigir a los milicianos, también eran voluntarios, por lo que el mando estaba en función del estatus social del que lo detentaba. Es de suponer que los que dirigían a los campesinos en las tareas agrícolas, eran a su vez los que los mandaban en la milicia. Por tanto los milicianos eran a la vez sus subordinados en lo militar y sus medianeros o trabajadores de sus haciendas.

El coronel Pedro Nava Grimón, en 1757, procedente de Tenerife, desempeña el cargo de coronel durante unos cuantos meses y nos hace una descripción de las tropas de la milicia (La Revista del regimiento de Telde de 1757. Bethencourt Massieu):

“debiedo decir a V.E. ser esta una gente muy propia para la guerra, pues su osadía y gran sufrimiento en toda especie de trabaxos, vniendose tener una talla ventajosa”.

Comentando la altura física de los milicianos que les permitía llevar ventaja en la lucha. 

(En la segunda parte del artículo, aportaremos datos inéditos sobre la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral y sobre el "Balache de los Muertos" y daremos nuestra interpretación de como pudieron haber sucedido los hechos en el ataque de 1685)