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martes, 11 de septiembre de 2012

LA FORTALEZA DE UN POBLADO.


  
Introducción de HCR.
 
Eduardo González Pérez, autor del artículo que hoy les presentamos, es una persona inquieta con todo lo relacionado con las formas de vida de los pastores, sus tradiciones y sus útiles de trabajo. Es directivo de la Federación de Salto del Pastor y uno de los fundadores de la Escuela de Garrote La Revoliá y de la Pila de Garrote de Vecindario.

En su blog jurriahumiaga.blogspot.com.es, ha publicado una serie de artículos, llenos de sentimiento, en los que nos transmite todos los conocimientos que ha recopilado en contacto con los pastores.

 Muchos de estos pastores, desgraciadamente han fallecido, llevándose con consigo buena parte de la sabiduría que venía transmitiéndose de generación en generación, desde tiempos de los antiguos canarios.

En nuestro blog, hemos publicado algunos de sus artículos, de los que destacamos, entre otros:EL “ABEJORRO”, O JUEGO DE MANOS. y PEPE ENRIQUE Y SU ÚLTIMA BOTANA.

Queremos agradecer a Eduardo su colaboración y su disposición con nosotros así como felicitarlo por su excelente trabajo.


LA FORTALEZA DE UN POBLADO.

Eduardo González Pérez,
publicado en jurriahumiaga.blogspot.com.es

En medio de la Caldera de Tirajana existió un poderoso poblado donde los antiguos canarios quisieron escribir, a golpe de paciencia y estaciones, una generosa parte de la historia de sus vidas y de sus gentes. Por los restos que aún perduran en la zona sabemos que podríamos haber tenido hoy en nuestras manos un exacto guión que nos hablase de sus graneros,  de su agricultura, de sus pinturas y grabados rupestres, de sus actividades pastoriles, de sus creencias y necesidades y de sus diferentes formas de construir con madera y piedra si no se hubiese alterado el final de la historia que sus habitantes intentaban contar. Porque a alguien que apareció por estas tierras, simplemente invitado por los vientos que hincharon los trapos de sus veleros y que no se conformó con el papel de mero espectador, no le debió agradar que sus protagonistas enterrasen a los suyos envueltos en fardos funerarios de pieles y juncos, depositándolos posteriormente en las cuevas más altas e inaccesibles en busca de la tranquilidad que para sus difuntos deseaban. O bien que dichos protagonistas buscasen las respuestas a sus inexplicables necesidades en el sol, el agua o la leche, representaciones paganas que no comulgaban con la cruz colgada del pecho de Isabel y Fernando, eminentes patrocinadores de los vientos navegantes y productores ejecutivos de la adaptación del nuevo guión sugerido. El argumento final de la historia que pacientemente y a lo largo de muchos años quisieron escribir los originarios habitantes de este poblado se vio alterado porque quién tendría que atenerse a simple lector metió mano en lo ajeno con estúpidas correcciones que modificaron el orden de sus páginas, dándose prisa en la redacción de estas últimas con la clara intención de ponerle un punto final mayúsculo e inamovible. Y para ello buscó, por todos los medios posibles que la fuerza le proporcionó, la rendición de sus protagonistas a base de inquisiciones que hipotecarían para siempre su futuro. Incendió, aniquiló, bautizó con nuevos nombres e intento borrar del mapa sus casas, graneros, cultivos y ganados. Pero tropezó con unas montañas a las que apenas era capaz de describir y de las que desconocía completamente su enorme capacidad de perpetuar en el espacio y en el tiempo la fortaleza de un poblado.

      Los riscos que conforman el conjunto de Las Fortalezas, a cuyo abrigo vinieron a asocarse las almas humanas que lo poblaron, a veces dan la sensación que han sido un puñetazo en el aire, un puñetazo petrificado y dormido en el paso de los siglos. Como cuchillos de basalto que cortan el cielo desde el fondo del barranco, amenazan constantemente al aire reclamando que su realidad objetiva y apabullante responde a leyes trascendentes y eternas que forman parte de un pasado que pertenece a un país muy cercano. Y conocer ese pasado y ese país nos ha estado negado desde el 29 de abril de 1483, fecha en que la incorporación oficial de estas tierras a la Corona de Castilla empezó a sembrar la leyenda de la confusión suicida y arrojadiza de Bentejuí, probablemente al errar éste su despeñamiento al pié de unos cronistas que mojaban su pluma a golpe de entredichos y desacertados retratos. Aunque si lo pensamos bien quizás Bentejuí no intentó  más que arrancar de cuajo, en su desesperado y fatídico brinco, la ultima página del libro que mentiría para siempre acerca de la historia de los suyos.

Éramos muy jóvenes la primera vez que nos trajeron a visitar este lugar. A mediados de los años setenta de la centuria pasada nos enseñaron y explicaron acerca de lo que representaron estos farallones para sus antiguos habitantes. Como "Ansite" nos nombraban al risco lleno de cuevas donde vivieron los canarios que las usaban como graneros y como lugar de enterramiento para refugiar a los suyos. La cueva grande, a modo de túnel que atraviesa el risco, de unos treinta metros de largo y ocho de alto, supuso para aquellos niños que éramos de 13 y 14 años un viaje atípico en el que, a diferencia de Alicia, no visitaríamos precisamente el país de las maravillas. "Atis Tirma"  fue el grito que sobrecogió nuestros corazones y las celebraciones que conmemoraban un genocidio apesadumbrarían para siempre, años después, nuestras almas de adolescentes. Y la adolescencia, a medida que sumaba enteros, fue repitiendo y sucediendo más visitas a este lugar, fue incitándonos a rebuscar entre las escarpadas paredes de los riscos algún indicio que nos ayudara a entender la historia que no terminábamos de descifrar, a dormir en sus solapones buscando la complicidad de las estrellas, como si éstas nos guiñasen el secreto hábilmente escondido por aquellos canarios. Quisimos respirar y dibujar el aire tratándolo como lo más valioso y profundo que pudiéramos interpretar. En el fondo pensábamos que era el mismo aire el que respiraron los que movieron piedras para construir paredes en los mismos riscos a los que ahora nosotros nos encaramábamos a dormir, envolviéndonos profunda e inocentemente en prehistóricos sueños. 
 Poco a poco, las historias que en un principio nos habían contado iban difiriendo notablemente de las que en ese momento escuchábamos. La historia ahora nos obligaba a levantar la cabeza, a mirar para las lomas y laderas que se encontraban en frente de Las Fortalezas. Ahora le correspondía hablar a Amurga y sus cumbres, a los llanos que se hallaban a sus pies y concedían a Los Sitios su lugar como campo de batalla. Teníamos que imaginarnos a esta cumbre recubierta de pinos y arboleda perenne y concederle la opción de refugio de quienes pudieron sobrevivir al desastre impuesto. Su inexpugnabilidad, su condición de fortaleza, su almogaren, los restos del pasado que intentábamos comprender comenzaba a encontrar otras páginas arrancadas del libro que fue hecho pedazos y siempre leído en confuso orden. Ahora empezábamos a dudar del nombre de Ansite. La creencia que la batalla de un día podía poner punto y final a una existencia se desenmascaraba de repente, dejando al descubierto los errores caligráficos de la pluma asalariada y sumisa que respondía a los intereses de la mano que le daba de comer.

 Quisiera destacar que hubo un tiempo, muchos años antes de que fuésemos chiquillos y comenzáramos a visitar Las Fortalezas, que ya otros que nos antecedieron en atravesar el túnel que conducía a ese país cercano, se enfrascaron en empresas que reclamaban para si la posesión de Ansite. Mientras unos se esforzaban en situarlo en terrenos que amojonaban su municipio, otros juntaban y removían piedras para hacerlo en el suyo propio.

 En  historiacastilloromeral.blogspot.com, coordinado excelentemente por el compañero Pablo Guedes, podemos hallar información sobre estas disputas que llegaron hasta el punto de perder la razón por un emblema señero en sus escudos municipales. Recomendamos la lectura de este blog internauta por la sustanciosa información vertida en él sobre este tema y otros muchos más que nos ayudarán a entender como la pérdida de la razón se puede disfrazar de múltiples maneras.

  Y hace poco nos han vuelto a hacer levantar nuevamente la cabeza. Las últimas intervenciones arqueológicas que se han realizado en el lugar no han hecho más que encontrar innumerables pedazos de las paginas despojadas de la historia, no han hecho más que levantar las piedras que formaban un altar hispánico y nacional católico para encontrar bajo sus sacrílegas losas las antiguas viviendas de los verdaderos autores del guión modificado. Los últimos y recientes trabajos arqueológicos están transformando la foto fija  que se ha hecho de este lugar, extendiendo el asentamiento más allá de las cuevas risqueras. Las prospecciones realizadas hasta el momento han descubierto en esta zona llana varias estructuras de piedra que forman parte de un conjunto de asentamiento en forma de herradura, con calles y posiblemente con una zona más abierta y aledaña al lugar. Según lo que los arqueólogos nos dicen, aún queda mucho trabajo por hacer y son muchos los pedazos de estas páginas los que han de asomar todavía a la luz del sol; muchas son las estructuras habitacionales y de vivienda las que permanecen aún bajo tierra esperando el presupuesto necesario para que puedan respirar el aire del que formaron parte. Y los trabajos posteriores de musealizar la zona también están esperando su inmediata ejecución. Lo que es cierto es que todo lo descubierto hasta la fecha y lo que aún queda por descubrir dejará entrever la verdadera magnitud de un poblado que necesariamente no tiene porqué llamarse Ansite para agrandar y perpetuar aún más su fortaleza.

 

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